domingo, 26 de agosto de 2012

MÁS LIMPIOS


Entrar a un salón de clase cada vez se vuelve una tarea más complicada, lo digo porque al transcurrir las horas aumenta el olor… ¿el olor? Como es posible que estudiantes entre 15 y 17 años no entiendan que al hacer ejercicio sudan, y más en una temperatura tan elevada como la del barrio Picaleña.

Es casi infernal el olor que en las aulas se encierra, mas de 12 jóvenes bañados en el natural líquido que por lo general se convierte en una molestia para más de uno, incluyendo por supuesto a los docentes.
Es un problema casi diario, no importa el uniforme, la hora, el sol, ¡NADA! Para ellos es tan simple como sacar el balón y salir a correr, llegar, secarse con una camisa más sucia que la que llevan puesta, “vestirse” y sentarse a atender clase mientras los demás nos aguantamos la pestilencia.

La considero una actitud de muy mal gusto, una falta de respeto, recibir clase de esa forma da a entender que no importa mucho el bienestar de los compañeros, además representa prepotencia y cinismo, el cual vemos en la forma de reaccionar ante comentarios de los compañeros frente al olor, que por obvias razones no pueden ser positivos.

Soluciones para eliminar esta problemática: ninguna. Esto va en contra de la “ética” de los estudiantes, no jugar; los docentes lo único que pueden hacer es regañar y hacer registros que por lo general son muy vanos. Quizás podría ser cínico el comentario pero una jornada de “como asearse” podría ser esencial para algunos, que después de “viejos”, no han entendido como hacerlo.


Dalila Andrea Henao.

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